Wednesday, November 29, 2006

Silvio Rodríguez y sus hermanos de oficio.

"¿Qué pensaba y sentía mientras escuchaba cuarenta de mis canciones cantadas por igual número de trovadores? Pues gratitud y me gustaría que todo el mundo pasara por una experiencia así: es conmovedor que la gente se aprenda tus canciones y que las quieran cantar; me parece una cosa muy linda y una recompensa enorme y lo que les deseo es, como dice un amigo: ¡lo que me desean, tengan!", expresó el trovador Silvio Rodríguez.

Tales declaraciones de Silvio fueron hechas a esta reportera instantes después de concluir en el patio del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, en La Habana Vieja, el segundo concierto que esa institución preparó a propósito del 60 cumpleaños del trovador y que se convirtió en uno de los homenajes más cercanos, profundos, amorosos y, sobre todo, sinceros que se le tributan a un hombre que, aunque rehúsa de luces, lentejuelas, perlas y multitudes, su sola presencia se convierte, si no en huracán, al menos en rabo de nube…

Los conciertos titulados Te doy una canción, del sábado 25 y domingo 26 de noviembre fueron, además, una lección de respeto visto desde dos grandes vertientes: los propios músicos y el público. Los cuarenta trovadores que participaron en ambos recitales sabían que estaban allí para reverenciar a Silvio y a eso se limitaron y ¡crecieron!… atrás, muy atrás, quedó cualquier vestigio de vanidad personal: todo el que se subió al escenario supo y transmitió una profunda admiración hacia uno de los fundadores de la Nueva Trova cubana.

Inmediatamente después los cuarenta trovadores, "como cuadro apretado a la orilla de Los Andes" al decir de José Martí, se juntaron en el escenario y a voz común entonaron Vamos a andar, antológico tema de Silvio.
La emoción se hizo verso, la emoción se hizo canción; por un momento sentí que algo bueno se amalgamaba ¡nunca antes vibró así ese patio!, ¡nunca antes se mezclaron público y músicos con tal intensidad bajo esas yagrumas!
Y nada más fue el regalo final de Silvio.
Subió al escenario, rasgó la guitarra y cantó las primeras frases… lo demás fue energía desatada.
De repente tomé conciencia de que en apenas cuatro horas (dos aproximadamente para cada concierto) habíamos hecho un intenso recorrido por la historia cubana de los últimos cuarenta años: amor, dolor, ternura, rabia, congoja, nostalgias, añoranzas, batallas (ganadas y perdidas), felicidad (ampliada y disminuida, según cada caso), desesperación, futuro, anhelos… todo lo humano y lo divino resumido en una obra, en un quehacer, en un nombre, en un hombre: Silvio.

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